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Mislata
¿Sufres de smartphonitis? Jerry Seinfeld arremete contra iPhone y Blackberry
Prestigiosos especialistas de facultades de medicina de todo el planeta han establecido una serie de síntomas que suelen encontrarse en los enfermos de smartphonitis.
Lenta pero imparable, va avanzando poco a poco, sin apenas distinguir entre sexos, edades ni clases sociales. Cada vez hay más infectados por una epidemia que afecta de forma casi irreversible a las capacidades comunicativas de sus víctimas. De momento no hay cura conocida, así que ten cuidado, porque es muy contagiosa. Tú también puedes ser víctima de la última enfermedad: la smartphonitis.
Esta peligrosa dolencia va asociada al uso creciente de los llamados teléfonos inteligentes, es decir, aquellos que permiten al usuario estar permanentemente conectado y contar en Twitter hasta sus visitas al baño (por suerte, hacer reportaje fotográfico para Facebook de esos momentos no es una costumbre demasiado extendida, por ahora). Quienes tienen uno de estos aparatos han desarrollado un defecto que les impide recibir estímulos del exterior: como dice Jerry Seinfeld, su atención se concentra en el aparatito, que tiene muchos más botones y lucecitas de colores que la cara de la persona que tengan delante.
Síndrome del melón caído. Uno de los efectos más graves de la smartphonitis es la distensión de los músculos del cuello que sujetan la cabeza, de manera que permanece siempre en un ángulo de 45º o más con respecto a la posición vertical normal.
Esto impide separar la vista de la pantalla y, por tanto, imposibilita todo contacto visual con quien esté delante.
Mutaciones en el dedo pulgar. La asombrosa velocidad con que se mueve este miembro con el uso de este aparato está generando casos de hiperdesarrollo de sus músculos. Se distinguen dos tendencias: a los que tienen smartphones con teclas (tipo Blackberry) les suele salir callo en la yema del dedo, debido al roce; sin embargo, los que utilizan pantallas táctiles (iPhone, HTC) ven cómo la piel se les va quedando cada vez más pulida y desgastada, hasta casi verse el hueso.
Pérdida de la capacidad de habla. Toda la comunicación del sujeto afectado se restringe al smartphone, por lo que su habilidad para articular sonidos con la boca se ve disminuida gravemente. En ocasiones, la movilidad de la lengua disminuye hasta el punto de que dificulta la retención de la comida en la boca, lo que da lugar a situaciones cómicas o embarazosas en actos sociales y al famoso comentario “¡no se te puede sacar de casa!” de madres y esposas.
Déficit de atención. Al estar siempre pendiente de su teléfono, quien sufre la enfermedad no es capaz de concentrarse en ninguna otra tarea, por lo que… (nota del jefe: al redactor le entraron dos tweets, tres whatsapps y una notificación en Facebook en el momento de escribir estas líneas y su cerebro sufrió un colapso. Estamos reseteándolo, en breve podrán seguir leyendo el artículo. Disculpen las molestias.)
Caída bajo el mínimo aceptable de los niveles de unopuntocerismo. La inmersión tecnológica en el mundo 2.0 da lugar a consecuencias terribles en el anticuado mundo “real”. Se ha informado de casos en que smartphonosos han causado altercados graves en bares y cafeterías, ya que, al estar pendientes de su teléfono, sólo se dieron cuenta de que en la mesa había una bandeja de patatas bravas cuando sus amigos se estaban zampando la última.
La smartphonitis perjudica no sólo a quien la sufre, sino también a quien pilla cerca. Permanecer durante un tiempo (lo que dure una cena, por ejemplo) con un afectado por la enfermedad puede tener dos consecuencias en alguien que esté sano. La primera es el contagio: sentir tanta atracción por la maquinita que irremediablemente dan ganas de comprarse una. La segunda, más habitual, suele manifestarse a partir del quinto intento de establecer contacto verbal con el paciente y no recibir más respuesta que murmullos ininteligibles, y consiste en sentir repentinas e intensas ganas de arrebatarle el aparato e introducírselo por cierto lugar que no podemos nombrar por si hay menores leyéndonos.
La Organización Mundial de la Salud, de momento, no ha lanzado campaña alguna contra el uso de estos aparatos: están demasiado ocupados inventándose alguna enfermedad nueva para buscar utilidad a las vacunas sobrantes de la gripe A. De momento sólo podemos apelar a la responsabilidad personal de cada enfermo, en la medida en que conserve sus facultades mentales en buen estado. Se han propuesto eslóganes de concienciación, tales como “Si twitteas no conduzcas”.
Prestigiosos especialistas de facultades de medicina de todo el planeta han establecido una serie de síntomas que suelen encontrarse en los enfermos de smartphonitis.
Lenta pero imparable, va avanzando poco a poco, sin apenas distinguir entre sexos, edades ni clases sociales. Cada vez hay más infectados por una epidemia que afecta de forma casi irreversible a las capacidades comunicativas de sus víctimas. De momento no hay cura conocida, así que ten cuidado, porque es muy contagiosa. Tú también puedes ser víctima de la última enfermedad: la smartphonitis.
Esta peligrosa dolencia va asociada al uso creciente de los llamados teléfonos inteligentes, es decir, aquellos que permiten al usuario estar permanentemente conectado y contar en Twitter hasta sus visitas al baño (por suerte, hacer reportaje fotográfico para Facebook de esos momentos no es una costumbre demasiado extendida, por ahora). Quienes tienen uno de estos aparatos han desarrollado un defecto que les impide recibir estímulos del exterior: como dice Jerry Seinfeld, su atención se concentra en el aparatito, que tiene muchos más botones y lucecitas de colores que la cara de la persona que tengan delante.
Síndrome del melón caído. Uno de los efectos más graves de la smartphonitis es la distensión de los músculos del cuello que sujetan la cabeza, de manera que permanece siempre en un ángulo de 45º o más con respecto a la posición vertical normal.
Esto impide separar la vista de la pantalla y, por tanto, imposibilita todo contacto visual con quien esté delante.
Mutaciones en el dedo pulgar. La asombrosa velocidad con que se mueve este miembro con el uso de este aparato está generando casos de hiperdesarrollo de sus músculos. Se distinguen dos tendencias: a los que tienen smartphones con teclas (tipo Blackberry) les suele salir callo en la yema del dedo, debido al roce; sin embargo, los que utilizan pantallas táctiles (iPhone, HTC) ven cómo la piel se les va quedando cada vez más pulida y desgastada, hasta casi verse el hueso.
Pérdida de la capacidad de habla. Toda la comunicación del sujeto afectado se restringe al smartphone, por lo que su habilidad para articular sonidos con la boca se ve disminuida gravemente. En ocasiones, la movilidad de la lengua disminuye hasta el punto de que dificulta la retención de la comida en la boca, lo que da lugar a situaciones cómicas o embarazosas en actos sociales y al famoso comentario “¡no se te puede sacar de casa!” de madres y esposas.
Déficit de atención. Al estar siempre pendiente de su teléfono, quien sufre la enfermedad no es capaz de concentrarse en ninguna otra tarea, por lo que… (nota del jefe: al redactor le entraron dos tweets, tres whatsapps y una notificación en Facebook en el momento de escribir estas líneas y su cerebro sufrió un colapso. Estamos reseteándolo, en breve podrán seguir leyendo el artículo. Disculpen las molestias.)
Caída bajo el mínimo aceptable de los niveles de unopuntocerismo. La inmersión tecnológica en el mundo 2.0 da lugar a consecuencias terribles en el anticuado mundo “real”. Se ha informado de casos en que smartphonosos han causado altercados graves en bares y cafeterías, ya que, al estar pendientes de su teléfono, sólo se dieron cuenta de que en la mesa había una bandeja de patatas bravas cuando sus amigos se estaban zampando la última.
La smartphonitis perjudica no sólo a quien la sufre, sino también a quien pilla cerca. Permanecer durante un tiempo (lo que dure una cena, por ejemplo) con un afectado por la enfermedad puede tener dos consecuencias en alguien que esté sano. La primera es el contagio: sentir tanta atracción por la maquinita que irremediablemente dan ganas de comprarse una. La segunda, más habitual, suele manifestarse a partir del quinto intento de establecer contacto verbal con el paciente y no recibir más respuesta que murmullos ininteligibles, y consiste en sentir repentinas e intensas ganas de arrebatarle el aparato e introducírselo por cierto lugar que no podemos nombrar por si hay menores leyéndonos.
La Organización Mundial de la Salud, de momento, no ha lanzado campaña alguna contra el uso de estos aparatos: están demasiado ocupados inventándose alguna enfermedad nueva para buscar utilidad a las vacunas sobrantes de la gripe A. De momento sólo podemos apelar a la responsabilidad personal de cada enfermo, en la medida en que conserve sus facultades mentales en buen estado. Se han propuesto eslóganes de concienciación, tales como “Si twitteas no conduzcas”.