mislata
Mislata
Retirar a los pobres de las calles para limpiarlas, como parece sugerir Ana Botella puede resultar una iniciativa desafortunada.
Menos arriesgado sería inaugurar una línea de investigación genética que suministrara pobres sin estómago y, lógicamente, sin apetito, o pobres‑probeta, naturalmente limpios, que no necesitaran de jabón para lavarse, a los que la suciedad no les aguantase en el cuerpo ni un segundo.
También se podría obtener en algún departamento de nuestra Universidad que no tenga mucho que hacer, un prototipo de pobre bien vestido, que almacenase en sus genes la información última de los diseñadores de moda de Pasarela Cibeles y naciese con las gasas y licras oportunas que ocultasen sus carnes paupérrimas a los viandantes.
Todo menos apartarlos de la circulación.
Psicólogos hay en nuestra ciudad que en cuatro días podrían conseguir mendigos superados los vicios de una educación poco cuidada simpáticos y felices, dicharacheros y locuaces.
Acompañar a cada pobre con un manual de instrucciones para su uso sería de mucha utilidad.
Pobres para personas caritativas, que no pudiesen prescindir ni unos días de estos sencillos instrumentos de salvación eterna, llevarían colgado del cuello, a modo de escapulario, un prospecto que les señalaría a esas personas los servicios mínimos que tendrían que prestarles para conseguir alguna comodidad en la otra vida.
Los poetas surrealistas podrían usar, después de leerse las instrucciones, al pobre del barrio de Salamanca que te pide que le pases dos euros y que, cuando le dices que no llevas suelto, le quita importancia al asunto y él mismo te los presta para que lo puedas socorrer.
Con un poco de sentido común, podría, también, seguir usando su pobre de plantilla, la señora caritativa que siempre que le oye quejarse de lo malico que está, le regaña: "Paco, jolín, es que los pobres os estáis muriendo todos los días".
No apartemos a los pobres de la calle sin tomar las debidas precauciones, porque puede aparecer de inmediato algún desaprensivo pidiendo que también se retire de la circulación a los banqueros, a la misma señora Botella, a los espías, a los políticos corruptos, a los curas pederastas, a los sindicalistas distraídos que todavía no saben exactamente cuál es su verdadero enemigo, e, incluso, a los mismos guardias. Y ¿cómo te niegas?
Menos arriesgado sería inaugurar una línea de investigación genética que suministrara pobres sin estómago y, lógicamente, sin apetito, o pobres‑probeta, naturalmente limpios, que no necesitaran de jabón para lavarse, a los que la suciedad no les aguantase en el cuerpo ni un segundo.
También se podría obtener en algún departamento de nuestra Universidad que no tenga mucho que hacer, un prototipo de pobre bien vestido, que almacenase en sus genes la información última de los diseñadores de moda de Pasarela Cibeles y naciese con las gasas y licras oportunas que ocultasen sus carnes paupérrimas a los viandantes.
Todo menos apartarlos de la circulación.
Psicólogos hay en nuestra ciudad que en cuatro días podrían conseguir mendigos superados los vicios de una educación poco cuidada simpáticos y felices, dicharacheros y locuaces.
Acompañar a cada pobre con un manual de instrucciones para su uso sería de mucha utilidad.
Pobres para personas caritativas, que no pudiesen prescindir ni unos días de estos sencillos instrumentos de salvación eterna, llevarían colgado del cuello, a modo de escapulario, un prospecto que les señalaría a esas personas los servicios mínimos que tendrían que prestarles para conseguir alguna comodidad en la otra vida.
Los poetas surrealistas podrían usar, después de leerse las instrucciones, al pobre del barrio de Salamanca que te pide que le pases dos euros y que, cuando le dices que no llevas suelto, le quita importancia al asunto y él mismo te los presta para que lo puedas socorrer.
Con un poco de sentido común, podría, también, seguir usando su pobre de plantilla, la señora caritativa que siempre que le oye quejarse de lo malico que está, le regaña: "Paco, jolín, es que los pobres os estáis muriendo todos los días".
No apartemos a los pobres de la calle sin tomar las debidas precauciones, porque puede aparecer de inmediato algún desaprensivo pidiendo que también se retire de la circulación a los banqueros, a la misma señora Botella, a los espías, a los políticos corruptos, a los curas pederastas, a los sindicalistas distraídos que todavía no saben exactamente cuál es su verdadero enemigo, e, incluso, a los mismos guardias. Y ¿cómo te niegas?