Alquilo isla privada en Baleares

Sarita28

Applesan@
¿VERDADEROS PARAÍSOS? Así son los propietarios de las once islas privadas de España. El novio de Norma Duval pide un millón al mes por una de ellas
Cuando se nada en la abundancia como el tío Gilito, bastan dos brazadas para que, zas, lo tengas todo a tu alcance. Sin mayor esfuerzo. No hay crisis que valga: flotas tan campante y feliz. De ahí a permitirte el lujazo de alquilar o comprar una isla no hay más que un paso. Y no es necesario irse a Grecia o el Caribe. Sepan que entre los más de 1.450 trozos de tierra desgajados de la península incluyendo peñas, peñones, roques, islotes... nos encontramos con unas 11 que son de titularidad privada.


Entre los dueños, no faltan los aristócratas porque lo mismo da ejercer como terrateniente en suelo firme que sobre el agua. Así se entiende que la familia de la mujer de Raphael, Natalia Figueroa, posea la isla del Barón (o Mayor) en la Manga del Mar Menor.
¡Sorpresas que depara ser nietos del Conde de Romanones!



Sin quererlo ni beberlo recibes en herencia una ínsula de un kilómetro cuadrado, con un palacio de estilo neomudéjar y una torre de vigilancia que la leyenda atribuye a Frank Lloyd Wright. Los blasones, igual que los cuentos de hadas, invitan a soñar despierto...


Ahora bien, cuando los títulos se inscriben en el Registro de la Propiedad se impone el pragmatismo, que las ganancias siempre se agradecen: la isla del Barón es una de las tres que se alquilan en España, junto a las ibicencas Sa Ferradura y Tagomago. Los precios, en el caso de la murciana, rondan los 4.800 euros al mes e incluyen conserje y un capitán de barco. Un chollo en comparación con lo que se pide en las Pitiusas.

En Sa Ferradura (propiedad de un magnate ruso, según la rumorología de los lugareños) se pide mucho más en palabras de Vladi Private Islands, la agencia internacional con sede en Hamburgo que gestiona los arrendamientos.

Que cada uno haga cuentas y especule. Es la más misteriosa de todas, con una mansión de seis suites, que se cede solo bajo ciertas condiciones.

Vaya con Sa Ferradura. Pequeñita y guerrera: su extensión no supera los 0,05 kilómetros cuadrados y se vende por lo que no es. Un istmo la liga a Ibiza, así que, se diga lo que se diga, no puede renegar de su condición de península.

¿Será que hace honor a su nombre (La herradura en balear) y le gusta llegar más lejos que las demás? ¿A galope tendido? ¿Qué rastro va dejando tras de sí?
Quién sabe.


Nada que ver con Tagomago, a 900 metros de Ibiza, donde las aguas son tan transparentes que se pueden ver los pececillos a 7 metros de profundidad. De la gestión del alquiler se encarga el empresario Matthias Kühn y las condiciones se presentan sin tapujos: por un millón de euros al mes, puedes disponer para este verano de un terreno de medio kilómetro cuadrado y una residencia con cinco suites dobles.
El cocinero y su ayudante, el servicio de limpieza y el capitán de barco no suponen ningún coste extra.


Quedan muy lejos los tiempos en que los piratas buscaban refugio en Tagomago, para contar doblones de oro y hartarse de ron.

Ahora hay gente de mucho nivel con los ojos puestos en este lugar tan maravilloso.

Desde que se casó en ella mi amiga Sabine Christiansen, una famosísima periodista alemana, hemos conseguido ponerla en el mapa. ¡Tenga en cuenta que reunimos a más de 180 invitados!
El actual ministro de Exteriores de mi país era uno de ellos y, oiga, me consta que le encantaría volver...

¡A ver cuándo celebra Zapatero una minicumbre en Tagomago!, deja caer el fundador de Kühn & Partner, un hombre de negocios alemán que lleva viviendo en Baleares desde hace 24 años y sueña con hacer de las islas un foco de atracción tan glamouroso como Saint Tropez o el Caribe.

Está habituado a codearse con la jet de los cinco continentes y es un habitual del papel couché por su relación sentimental con Norma Duval. A estas alturas, le sobran reflejos y aplomo para lidiar con las cámaras y los micrófonos. Se nota que tiene respuesta para casi todo. Con una excepción: calla el nombre de la empresa que posee la isla porque es mejor así, ellos no quieren salir en los medios. Así pues, el hilo se pierde con la familia de los Hannover, últimos dueños conocidos de Tagomago.


Otro noble vinculado a una ínsula es José María Ruiz de Bucesta y Osorio de Moscoso, duque de Soma y de Medina de las Torres y cuñado de la reina Fabiola de Bélgica.

En calidad de copropietario de las Sisargas coruñesas, puede presumir de un paraíso ornitológico donde anidan especies en vías de extinción como los simpáticos araos ibéricos (o 'pingüinos gallegos').

Nunca ha pretendido sacar provecho económico de los tres islotes que integran las Sisargas; en definitiva, se limita a conservarlos dentro del inventario familiar. De ahí que se mantengan en buen estado, a pesar de los desmanes de algunos turistas que han llegado a organizar batallas de 'paintball' (bola de pintura) para espanto de las aves.


La popularidad y fácil acceso siempre es un arma de doble filo. No hay más que recordar el caso de La Perdiguera en el Mar Menor, que llegó a contar con seis embarcaderos y tres restaurantes. En la actualidad se encuentra en manos de Tomás Fuertes, presidente de El Pozo Alimentación, y sigue atrayendo a riadas de excursionistas y veraneantes. Llegados a este punto, se plantea una duda sobre los límites del disfrute de unos y otros:

¿hasta qué punto los particulares o empresas son dueños de sus islas?

Siempre y cuando se respete la Ley de Costas de 1988 (que impone el dominio público de playas, acantilados, zonas húmedas...), nada impide que un particular o una empresa aparezcan como titulares de la propiedad

aclara el abogado Francisco Javier Pallardó, experto en Derecho Administrativo y Medio Ambiente.


Así se evitan monstruosidades como la que sufren en Vigo (foto de arriba). Hablamos de Toralla y no es consuelo que la torre de 70 metros de altura corriera a cargo del prestigioso arquitecto Xosé Bar Bóo.

Una empresa compró la ínsula en 1965 a los herederos de un indiano llamado Martín Echegaray y no tardó ni un año en ponerse manos a la obra: chalés, puente y una atalaya que acoge 136 viviendas. Ahí queda eso.


Ninguna isla está libre de irse a pique cuando cae en manos de los especuladores. Ni entonces ni ahora. Por eso, llama tanto la atención que la Administración central no tenga constancia de la existencia de ninguna privada: el Ministerio de Medio Ambiente y y Medio Rural y Marino no dispone de ninguna lista porque, dicen, ya tiene bastante con aplicar los deslindes (fronteras entre lo privado y lo público) en los más de 10.100 kilómetros de ribera marítima que tiene España.

Si pertenecen a tal o cual familia, a tal o cual firma, deberían saberlo las comunidades autónomas.
¡Eso ya no es cosa nuestra!,

advierten desde Madrid

Tras un rastreo general, nos encontramos con cuatro en Baleares, Colom, S'Espalmador, Sa Ferradura y Tagomago, dos en el Archipiélago Chinijo de Canarias, Montaña Clara y Alegranza, dos en Murcia (Del Barón o Mayor y La Perdiguera) y tres en Galicia (las coruñesas Sisargas y A Creba, además de la pontevedresa Toralla).

La más grande es la canaria Alegranza, con diez kilómetros cuadrados, y la familia Jordán Martinón se muere de ganas de deshacerse de ella.

Se trata de un pedazo de isla con tanto valor ecológico que no pueden ni cambiar un arbusto de sitio. ¡Mirar y no tocar!
 

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